lunes, 14 de enero de 2013

Entre alarde y agonía

Despierto entre restos de alcohol y vergüenza, consigo reconocer mi habitación, pero extrañamente no la cabellera rubia tumbada al otro lado de la cama.
Me levanto descubriendo mi enorme resaca y su consiguiente dolor de cabeza. Intento hacer el menor ruido posible, mientras buceo en las enormes lagunas mentales de la noche anterior para recordar el nombre de la persona que ocupa la otra mitad de mi cama. Rebusco entre los cajones alguna pastilla que haga desaparecer el dolor de cabeza.
Llego al baño entre flashbacks de la noche anterior, pero no reconozco a la cabellera rubia en ellos.
Me lavo la cara con agua helada con el fin de volver a la realidad y esta me sorprende con un abrazo de mi compañero de cama de la noche anterior.
Mierda, aún viendo su cara ni siquiera recuerdo su nombre, y me desconcierta con un beso en la mejilla y un "buenos días" con una voz grave y viril. "Quizá eso le dio acceso a mi cama", no puedo evitar pensar.
Con un tímido buenos días le respondo, pero no devuelvo su beso. Se me nota en la cara que no recuerdo nada.
- ¿Te importa que me duche? - pregunta mientras yo escapo a hurtadillas del baño.
- No. Espera, te traigo una toalla - al entrar en la habitación encuentro su ropa, nada, ni una pista; cojo la toalla y se la alcanzo.
- Gracias - me guiña el ojo.
Sonrío, o eso creo, pero demasiado forzado. Esquivo su invitación a una ducha juntos y corro a la cocina.
- Oye - me grita desde el baño - ¿quieres que vayamos a desayunar algo?
Sonrío, esta vez no es forzada. Duerme en mi cama y me invita a desayunar.
- No, gracias. Hoy estoy liado - miento, con esta resaca pasaré el día en la cama.
Bebo agua en lo que él recoge sus cosas, se viste y me encuentra en la cocina.
- Bueno, me voy ya.
- Te acompaño a la puerta.
- Muchas gracias por acogerme - sonríe con cierta picaresca.
- Un placer - siempre lo es, aunque no lo recuerde.
- Ya hablamos.
- Sí, claro - aunque no tengo su número, ni la intención de pedírselo.
Y cierro la puerta antes de que alcance a darme un beso de despedida.
Respiro hondo.
- Corramos un tupido velo - digo a sabiendas de que nadie me escucha, es hora de volver a la cama.
Y en mi habitación encuentro, sobre un edredón arrugado, un folio doblado con un nombre y un número de teléfono escritos.
- Bonita letra, Oscar.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho leer las dos entradas. La verdad, parece una historia con continuación y la verdad es que la seguiré de cerca: me he quedado con ganas de leer más. ¡Pinta muy bien, felicidades! ;)

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    1. Muchas gracias compañero, espero podamos proseguir juntos este camino que aún nadie sabe a dónde lleva.

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