miércoles, 23 de enero de 2013

La esperanza de un sueño

Llego a casa lo más rápido posible, las prisas provocan que me tenga que desnudar a mitad de trayecto, me deshago de bufanda, chaqueta y guantes; y aún así sigo teniendo calor. Pienso lo estúpido que puedo llegar a ser, lo rápido que cambio de opinión.
El calor del hogar y ese dulce olor a vainilla me envuelven, me encanta que huela así. Me descalzo, lanzo un zapato a cada extremo del salón. "Ventajas de vivir solo" pienso, ya cuando me aburra los recogeré sin tener que preocuparme por los gritos de una madre o un compañero obsesionados por el orden. Me regodeo en mi pensamiento vaciando el contenido de mi mochila en el sofá, cojo el teléfono móvil y la pitillera de entre el desorden que se acaba de formar en un momento.
Me enciendo un cigarro, doy la primera calada y busco en la agenda el número de Oscar con un ansia que hace apenas media hora desconocía.
Llamando...la eterna espera me da tiempo a pensar en invitarlo a cenar, dar una vuelta o cualquier tontería. De este modo podré saber algo más de él a parte de su físico y las dimensiones de su...
- ¿Quién es? - contesta esa voz otra vez sacándome de mi ensimismamiento, cada vez que la oigo me doy más cuenta de que tenía razón en que quizá fue su voz varonil lo que le dio acceso a mi cama.
- Hola Oscar, soy Joaquín, acabo de oír tu mensaje.
- Ah - su voz cambia al saber quién soy, se torna nerviosa - ¿te importa si te llamo más tarde? Es que ahora estoy un poco liado - su tono disminuye hasta convertirse en un susurro.
- Claro, no te preocupes. Estaré esperando - sonrío.
Cuelgo, apuro las últimas caladas de mi cigarro y lo apago contra el fondo del cenicero.
Ahora solo queda esperar.

1 comentario:

  1. Y esperar con paciencia. Me está gustando mucho la historia. ¡Más! :)

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